Durante este trimestre nos vamos a Japón
ya que este año celebraremos el 50 aniversario de la entrañable
historia de Kimura y el cartero de Alpartir y queremos conocer lo que Rafael Barranco, el cartero, descubrió en oriente.
Para quien no conozca la historia, dejamos aquí la columna escrita por
José Luis Melero el pasado 10 de enero en el suplemento
Artes&Letras del
Heraldo de Aragón:
Este año se cumple el 50 aniversario de la llegada a España de Masako Kimura. En 1963 el misionero vasco Francisco Zendóquiz le escribió a una maestra del pueblo zaragozano de Alpartir, con la que mantenía correspondencia, contándole el caso de una joven japonesa, Masako Kimura, hija de un sacerdote sintoísta, que había abrazado el catolicismo y quería ingresar en el convento de clausura de las Clarisas de Arnedo, donde estaba de abadesa una hermana de Zendóquiz. Se necesitaban 40.000 pesetas para poder costearle el viaje y pedía ayuda a doña Mari, que así se llamaba nuestra buena maestra. Alpartir se movilizó para obtener ese dinero y consiguió que la noticia llegara a Radio Madrid de la Cadena Ser y al programa ‘Ustedes son formidables’ que dirigía Alberto Oliveras. En una sola noche Oliveras logró reunir el dinero y Masako Kimura pudo viajar desde Tokio a Madrid. Corría el mes de mayo de 1963. Antes de recluirse para siempre en Arnedo, Masako visitó Alpartir y allí fue recibida y agasajada como si se tratara de una estrella.
Algún tiempo más tarde se supo que los padres de la monjita andaban intranquilos y preocupados por la suerte que pudiera correr su hija. Oliveras, ni corto ni perezoso, montó otro programa para que los oyentes pudieran enviar postales contando lo feliz que Masako vivía en España y organizó un viaje a Japón del cartero de Alpartir, Rafael Barranco, para entregar a sus padres esas cartas. Así se hizo, y Barranco llevó a Japón miles de postales que debieron de convencer a aquéllos de la felicidad de su hija.
Llegó a hacerse una película, 'El cartero de Alpartir', y en 2005 Félix Arenales coordinó el libro 'Kimura y el cartero de Alpartir'. Historias amables como ésta entretenían las horas de los españoles sesenta.